viernes, 24 de septiembre de 2010

CRISTINA MEGÍA. PARA REVISTA 967



AQUÍ ESTA PASANDO ALGO…
….Y CRISTINA MEGÍA NOS LO ESTA CONTANDO

Si algo inquieta al ser humano por excelencia, es el silencio, la espera y el no saberse el conductor de una situación. Cristina Megía, natural de Valdepeñas y con un periplo por Sevilla y Granada donde llevó a cabo su formación, nos lo cuenta a ritmo de pinceladas con orden y sosiego. Es en la ciudad nazarí donde vive y trabaja, bueno en realidad donde vive y vive, en la actualidad.
Allí en su estudio la creadora de imágenes equilibradas nos transcribe la realidad de una sociedad que en el grito encuentra su ser, pero que se niega a tragar con esta forma de vida. El carácter de esta manchega infatigable, dura como la tierra que da los caldos más recios, de profundo sentimiento y con unos valores que solo en la tierra plana pueden generarse. Cuanto me recuerda a mi padre, quizás este hecho sea el que me hace apreciar de forma más profunda su forma de trabajar el arte y sobre todo el modo de expresarse. El mensaje que nos lanza.
Si a lo largo de la carrera de Cristina nos encontramos con diversas representaciones espaciales, donde las personas interactúan, de forma diversa, o por el contrario nos encontramos con obras que recogen como un documento visual histórico un momento vivido, nos centramos en sus últimas colecciones realizadas desde 2008 hasta la actualidad para hacer una reflexión sobre el devenir que sigue su producción pictórica.
Puesto que necesitaríamos observar con detenimiento la obra de Megía, nos falta suficiente espacio para analizar los pormenores del contenido de cada obra de esta artista, al menos podemos, eso sí, detenernos por un instante en la obra que representa una sala de espera, pues, no hay tema más paradigmático que éste lugar para ilustrar cómo, a partir de la acción de guardar la intimidad de detener el tiempo, la pintora juega con la representación para esconder mejor lo que representa.
Cristina nos muestra experiencias escondidas detrás del objeto cotidiano, que es indisociable de las descripciones orales de los relatos soñados, hay historias de vidas, experiencias exitosas o frustradas, sensaciones y emociones de los que hablan, condicionantes que constituirían la verdad de los cuadros si ellos mismos los hubieran pintado. Al pintarlos, Cristina Megía inserta una verdad falsa para prevenirnos que en arte, en tanto que puesta en práctica de la verdad, no es una emulación, tampoco es una descripción que imita la realidad o que trate de una reproducción que esté destinado a la representación de una singularidad como de una esencia general.
Tras exhaustivas selecciones como si de la búsqueda del verdadero pedigrí se tratase, busca la pureza de los grandes creadores de la historia del arte. Vermer, Morandi, Hopper, Rousseau, Katz, Anikha, Alijs, kurosawa, Magritte, Degas, Richter , entre otros buscadores de realidades, de paisajes, escenas y situaciones, nuestra compañera no deja de hacer guiños a sus obras y a recordarnos que desde la perspectiva de mujer y con el cariz de lo intimo se puede lanzar mensajes intensos y devastadores.
Para la manchega la belleza de lo cotidiano es simplemente eso, belleza en el sentido literal Platónica. Con la búsqueda del detalle abstracto dentro de la figuración más hiperrealista, dejándose embaucar por el surrealismo, ese que tan afín es a lo español, desde Cervantes a Buñuel.
Las ventanas nos muestran interiores, aquí se ha llevado de nuevo un proceso de selección. El voyerismo se perfila aquí de manera excelsa, como una ventana indiscreta de Hitchcock, Cristina nos muestra escenas cotidianas bañadas de luces que se filtran por dichas ventanas, creando y modelando las formas de manera muy definida. Dejando entrever escenas en segundos planos con la maestría del café de Renoir o de los juegos de ventanas del sevillano universal, pintor de corte, Velázquez.
Si en voz de Klee encontramos “De lo que estoy seguro es de que en los momentos creadores tengo la ventaja de estar en completa calma, totalmente desnudo ante mí mismo ,no como un yo del día, sino como la suma del yo, todo instrumento. Un yo sometido a convulsiones rebaja el estilo, y sale del marco con un sombrero de copa puesto”.
Con la premisa de “Ser y no pretender” de Cristina nos acercamos a los pensamientos de la artista “El proceso de cada uno (artistas) es un conjunto de pequeñas y constantes elecciones que al final dan lugar a un tipo de obra u otra. Desde lo que selecciona la mirada del mundo exterior, cómo se procesa, qué datos, como lo refleja, con qué medios…”
La calma, jamás se había representado con tanto peso, si el aire, si el espacio, si los hechos, pero ese reloj parado, ese nerviosismo de la no escapatoria, alcanza en Cristina Megía un máximo exponente. En los hospitales esperamos, en el aeropuerto esperamos, en casa cocinamos, o simplemente del sofá nos hemos levantado.
Son acciones cotidianas que no tienen mayor importancia, pero ¿qué está sucediendo en esas cabezas de personajes aparentemente tranquilos? ¿Qué mundo nos están explicando?
Ya no hay solución, Algo está pasando y Cristina Megía nos lo está contando.

Sergio Cruz. Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes. Universidad de Sevilla




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